Cuando tenemos los hijos e hijas en edades especialmente pre escolares, es un bálsamo diario escuchar o leer en papelitos llenos de trazos espontáneos hechos con muchos colores escritos con el corazón; los sentimientos de afecto, palabras dulces y de agradecimiento de los pequeños que ensanchan el corazón.
Cuan difícil pero necesario es mantenerlo ensanchado para escuchar o leer también sus reproches, reclamos y sentimientos ambivalentes cuando son pre adolescentes y adolescentes.
Este periodo de vida tan sensible, no patológico; donde los chicos y chicas tienen la oportunidad de levantar alas a pesar de las desavenencias de la vida y sus vínculos, si solamente si, encuentran o han encontrado esa persona que como escribió Alice Miller les ha mostrado pertinentemente que no son ellos los enfermos, sino las personas que les rodean.
Que pueden abandonar su base de seguridad/inseguridad para evolucionar y proseguir su desarrollo. Y en ello no comenten "pecado alguno" contra la figura del padre y la madre quienes están llamados a permitir el crecimiento sin manipulaciones patológicas que fomentan la culpa y abonan terreno a la inseguridad y el miedo, adverso en gran manera.
Los preadolescentes y adolescentes en esta etapa reorganizan su vínculo, se desprenden del vínculo parental y paralelo a su potencial cognitivo como a las fuerzas resilientes que le acompañan, lo cuestionan y expresan abiertamente sus contradicciones.
El riesgo que asumen es grande: "ser ellos mismos de manera auténtica a costa del exilio de quienes le rodean" pues solo asi podrán implicarse mas libre y sanamente en otras relaciones de tipo afectivo y sexual.
Y que hacemos los padres y madres?
Frecuentemente se afectan las relaciones entre progenitores e hijos por la intensidad de las emociones expresadas, provocándose con ello conflictos domésticos; sin embargo, son los padres y madres los llamados a revisar la calidad del vinculo establecido con los chicos y chicas desde la propia historia y los lazos afectivos establecidos con ellos desde su concepción y en todas las etapas de la crianza.
Cuando un padre y una madre han puesto demasiada energia psíquica en el hijo e hija, cuando en oculto se han tejido sentimientos ambivalentes que no se han asumido con sinceridad y coraje. La respuesta ante la vehemencia del pre y adolescente es en la mayoría de los casos el sentirse herido y descalificado en su papel parental.
Frases como: "me he matado toda la vida por darte lo mejor y asi me pagas", "¿quien te ha querido mejor que yo, que he dado todo por ti?", "desde que naciste me he sacrificado por ti y ¡todo para esto!" .... en fin, un discurso que convierte un conflicto natural en una relación dolorosa y maltratadora que probablemente se ha cocinado durante toda la crianza.
Es probable que logremos recordar como afrontamos aquellas pataletas o berrinches infantiles y/o la exagerada demanda de cosas materiales - entre otras maneras de comunicar de los niños y niñas - y que son pasadas inadvertidas como tal durante la primera infancia, argumentando el proceso de crecimiento y desarrollo, sin tener en cuenta a profundidad el mensaje subyacente que trae con ello ese tipo de conductas.
Ahora que han crecido, estos mensajes se develan en otras conductas. Se espera tanto padres, madres y adolescentes se envuelvan de coraje para afrontar y asumir el reto de una vinculación iluminada del respeto y la comunicación sincera.
Por el contrario, los padres o madres que cimentaron un vínculo seguro y respetuoso, podrán ante la hiperexpresividad propia de los preadolescentes y adolescentes, escuchar sin agravar el enfrentamiento. Podrán sosegar al chico y la chica y, esperar a que él o ella vuelva a expresar su afecto. El acompañamiento y la certeza de su amor continúa siendo la plataforma del vinculo entre progenitores e hijos/hijas.
De cierto, ellos seguiran fluyendo en su camino...
Una cavilación compartida con ustedes, guiada por la luz buscada en el propio camino transitado. Saludos para todos y todas desde mi rincón de introspecciones.
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