Eran las 5 y 30 de la tarde, esperábamos el llamado del médico en la sala de urgencias de una clínica de nuestra ciudad quien realizara la auscultación a nuestro niño agobiado por fiebre y malestar general. En aquella sala se escuchaban las voces de los familiares que acompañaban a sus enfermos, los quejidos de los adoloridos pacientes en espera del sonido de la puerta y la anhelada voz del médico que nombrara el apellido del paciente; una l a r g a espera para aquellos que no tienen medicina prepagada pues éstos son atendidos en otra sala llamada URGENCIAS VIP.
De pronto, el grito de una señora interrumpió el ténebre silencio.."auxilio mi madre se desplomó, se murió"; la señora ya llevaba hora y media de espera luego de un triage o triaje que la clasificó como urgencia no crítica a pesar de las súplicas de su acompañante. Un médico abrió la puerta, miró y en vez de auxiliarla o minimamente auscultar su cuerpo, ¡cerró la puerta de un totazo! todos atónitos mirábamos, no salía ni una enfermera tan solo el guarda de seguridad se acercó lentamente para verificar lo ocurrido, dos - tres- cuatro minutos laaaargos, hasta que al fin entre gritos y sosollos se acercó un camillero quien ingresó el cuerpo sin fuerzas de la mujer. Al instante ingresé con mi pequeño al consultorio del médico pediatra, al salir con mi hijo de allí, supe que aquella señora había fallecido.
Un ejemplo nada más, de muchos que transitan en nuestro caminar de vida. Hombres, mujeres, profesionales, estudiantes universitarios, jóvenes y viejos que ven en el dolor humano físico o emocional sólo un trabajo u ocupación del que se obtienen ganancias económicas. Estudiamos medicina y/o cualquier ciencia de la salud pero ignoramos el dolor, estudiamos psicología y evadimos la mirada ante la miseria humana, sólo aquel que tenga el carné VIP es atendido dignamente, como si los que suministran tal servicio fueran dignos de tener tal profesión.
Como profesionales, especialistas, doctores, maestros, seres humanos; muchas pero muchas veces perdemos el camino y cerramos la puerta a la sensibilidad, la humanidad, la solidaridad, la compasión, la empatia, la escucha, el servicio, el AMOR; para dar espacio al conocimiento que aliado de una falsa estima nos convierte en seres prepotentes, engreídos, narcisos, omnipotentes en donde sólo el pensar propio es válido, el raciocinio nubla la delicia del sentir y nos aleja "justificadamente" de la fuente del A M O R: DIOS.
Que bueno y saludable sería intentar abrir la ventana. Inicialmente sólo disfrutar del panorama mientras revisamos desde cuándo, cómo nos hemos bloqueado hasta paralizarnos ante la necesidad de amor propia y de otros; ¿porqué lo permitimos? ¿será que es necesario sobrevivir así? ¿no hay otra manera de relacionarnos? ¿a que tememos? ¿de qué nos protegemos?
¿Existe un dolor profundo causado en nuestra psiquis, que como herida fresca, la mente recrea hasta enfermarnos, paralizarnos e impedirnos disfrutar de la convivencia y el amor? ¿Trabajamos y no nos detenemos a mirar al otro como ser humano que no solo vende, compra, necesita un servicio; sino que piensa, siente, vive sus circunstancias y necesita de ti tanto como tu? ¿no solo somos asi en el trabajo sino en nuestro hogar?
Si cavilamos y hacemos consciencia de este pensar y sentir, quizás caminemos rápidamente hacia la puerta y sin titubear seamos parte del panorama que otros miran a través de sus ventanas.
Para lograrlo es importante dejar atrás el narcisismo y el egocentrismo infantil, ese que amigo de los títulos que logramos en el caminar académico, el dinero, el poder, entre otros artificios; impiden que veamos con equidad al otro (incluye los infantes y adolescentes) y respetemos sus ideas y sentimientos; endureciendo el corazón.
Los invito a ver las VIDEOCAVILACIONES de la columna lateral y recuerda:
SOBRE TODA COSA GUARDADA, GUARDA TU CORAZON, PORQUE DE EL MANA LA VIDA. Proverbios 4,23
ANDA O SIENTATE PERO NO VACILES. Proverbio zen.
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Querida Liliana:
ResponderEliminarEsta es la constante de la civilización industrial: "la eficiencia", entendida en cuanto a aumentar la producción utilizando menos personas. Hasta el infinito, me imagino. Siempre hay que producir más coches, más patatas, más televisores, más lavadoras, y curar más enfermos utilizando menos personas, esto es lo profesional, esto es lo bien visto, solo estadísticas: ni atisbo de humanidad.
En el camino dejamos el rastro de niños desatendidos, madres abandonadas a su suerte y muertos en las consultas médicas.
Se trata de que no nos comportemos como seres humanos, si no que seamos un engranaje que forma parte de una maquinaria. Y que seamos buenos engranajes, siempre sonrientes por fuera y dispuestos a engranar más.
Este es el resultado de la sociedad que se crée una máquina. Es una alucinación colectiva.
Lamento mucho que hayas tenido que presenciar esto, sobre todo con tu niño con fiebre: la asociación es inmediata.
Saludos
JUAN me uno a tu cuestionamiento ¿cuando empezamos?
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