Tercera Edición
Han pasado cuatro años de haber conocido "en carne" propia el diagnostico de
TDAH. Siempre quise encontrar una respuesta al por qué de las conductas disruptivas de mi hijo, aunque dentro de mi ser sabía que los procesos vinculativos y emocionales no habían sido los mejores desde su concepción, eludía inconscientemente mis responsabilidades frente a algunas de sus conductas. Luego de aprendizajes y desaprendizajes que siguen fluyendo en mi puedo cavilar al respecto en retro y prospectiva así:
El hecho de ver el TDAH como un trastorno de origen neurofisiológico y/o genético era un alivio tanto para mi como mi esposo. Eso querría decir que no lo estábamos haciendo tan mal y que podíamos liberarnos de la responsabilidad de la "infelicidad" de mi pequeño David que en el 2006 cumplía 6 años y pasaba con el ceño fruncido, se comportaba desafiante, lloraba y se mostraba poco tolerante ante cualquier negativa o frustración. La evaluación realizada mediante los cuestionarios tradicionales a padres, madres y docentes evidenciaban su desatención e impulsividad.
No tuve ni he tenido a la fecha (2010) la oportunidad de realizar examenes de tipo neurofisiológico y mucho menos genéticos, que corroboren la presencia de tal trastorno cuya etiología dicen es orgánica. Y como lo que interesaba era que él mejorará, acepté de buena manera el diagnostico y me dispuse a realizar todo lo que el médico especialista decía que había que hacer con él, administrarle a él y monitoriarle a él.
Dos años y medio de terapias ocupacional, de lenguaje, psicopedagogía, tenis, ajedrez, natación y todo lo que a bien nos dijeran para nuestro hijo, que tenía más agenda que un médico lo hacíamos; y como padres agotados de tanto trajín, pero todo por David.
Sin hablar de los costos económicos, se disminuía el tiempo de pareja, el disfrute con nuestra hija que ya había nacido. David era el centro de mi devoción, mi preocupación; mi esposo acompañaba y apoyaba cualquier actividad en beneficio de él, pues era en beneficio de todos. La consigna inconsciente era "Si David mejora todo a su alrededor mejorará".
Darle una pastilla dentro de ese proceso sería entonces luego de 3 años de estenuante intervención en la que el propio niño dijo ¡Basta! la opción y alternativa más fácil y viable para que sus conductas de desatención e impulsividad desaparecieran. Podría entonces verlo contento disfrutar de una piñata sin ser el centro de atención, iría al colegio y no me pondrían tantas quejas por su impulso y agresividad, visitaría a amigos y familiares logrando un ameno compartir, etc. Pero no, la cosa no fue tan fácil.
Uno, la pastilla mágica se brindaba para "su efecto" sólo durante la jornada escolar. Así que mamá y papá tendrían que seguir apelando a su amor y tolerancia para aceptar, manejar los comportamientos del niño en las tardes, fines de semana y vacaciones ; cosa que a la fecha (2009) con dos hijos más de 5 y 1 año, por lo menos a mi me tenía con los pelos de punta.
Dos, a pesar de haberla administrado el pequeño David seguía con conductas que interferían con el buen aprovechamiento escolar y sus relaciones sociales. Es importante resaltar que mi chico no tiene problemas de aprendizaje, es inteligente y habilidoso e ir al colegio siempre ha sido una aventura motivante para él. Fortuna para él mismo y para nosotros dentro de este proceso.
Entonces, viendo que la pastilla mágica no era tan mágica y mi interés por conocer de ella sus efectos y sus criticas. Era necesario replantear muchas cosas y así lo hice acompañada de un excelente psiquiatra y terapeuta, que permitió nuevas confrontaciones al interior de mi y de mi familia. La consigna cambio con consciencia a otra dirección y enriquecida por profesionales en la distancia ahora digo: "Si yo mejoro todos mejoraremos y disfrutaremos más en familia - esto incluye a David"... y siguiéndome mi esposo progresivamente y avanzando iniciamos el camino a la aceptación y el autoconocimiento, quitando de David la carga de toda la responsabilidad de "portarse bien" y dejando de lado la "magia" de una pastilla que realmente por sí sola no cura ni favorece nada.
Resumo algunos puntos cruciales de mi experiencia como madre, aprendizajes y desaprendizajes por continuar haciendo día a día:
- Las conductas disruptivas facilmente pueden confundirse, mezclarse y adherirse con el déficit de atención y la impulsividad. Pero ello no siempre son causa de un trastorno orgánico / genético sino de procesos de mala crianza y desafecto no necesariamente consciente y deliberado por parte de los progenitores. En mi caso, el exceso de respuesta emocional, falta de control sobre el estres que no podía manejar ante algunas conductas de mi hijo, la sobreprotección, la culpa ligada a procesos de rabia interna en su concepción y proceso gestacional, la permisividad y su extremo - la exigencia -, la palabrería o cantaleta mantenían o exacerbaban los síntomas de poco control de los impulsos y desatención en mi niño.
Este punto es crucial, y es claro que el tratamiento psicoterapeutico de un niño menor de 10 años con síntomas como el déficit de atención e impulsividad no es para el infante sino para sus progenitores. Los apegos llamados por los especialistas como ambivalentes y desorganizados interfieren en la dinámica sana de la evolutiva del menor.
- En cuanto a la palabrería y la cantaleta, que se alía con el estres y la inmadurez emocional de los progenitores, éstos propician absurdos mensajes que perjudican la autoestima y el desarrollo emocional sano de cualquier menor. Y más aún con síntomas de déficit de atención e impulsividad. Como madres y padres debemos tener mucho cuidado y prudencia para reprender, orientar, exhortar a nuestros hijos. Evitando heridas que provoquen procesos neuróticos más complejos.
- Fortalecer la autoestima, enalteciendo más que denigrando de las capacidades, talentos, logros, esfuerzos de nuestro chico. Esto es muy importante. Hace poco David se dirigió a mi diciendo: "¿mami tu quieres que yo sea perfecto?" a lo que yo respondí espontáneamente: "Perfecto NO, esforzado SI. He valorado tu esfuerzo, tu tenacidad desde siempre, puedes apreciar todo lo que has logrado por ti, tu mismo" Mirábamos su álbum de fotos, su rostro en cada foto durante éste proceso, recordatorios y medallas.
Mi chico es excelente deportista y un artista potencial, sus logros en la banda sinfónica dos años atrás antes que se apasionara y eligiera libremente el fútbol son muestra de su motivación y talento. Ha logrado un buen desempeño académico en un colegio de calidad educativa sin sentirse minusválido y sin mayores presiones. Obviamente ha contado con nuestro apoyo y seguimiento, como el del cuerpo docente y los especialistas.
- Desfocalizar, quitar del centro de nuestra atención, redirigir la mirada, las ocupaciones y preocupaciones de David ha sido y es sano para él y los otros hijos. Casi siempre cuando se tiene un hijo con una problemática centramos todas nuestras fuerzas y energías en "ayudarle" y eso problematiza más la situación. Recordemos que todos somos parte importante de la familia, el cónyuge y los otros hijos, hasta nosotras mismas como madres necesitamos de tiempo y mimos.
-Igualmente no se puede caer en el error de disculpar, justificar cualquier conducta indeseada, de un hijo porque haya sido diagnosticado con Trastorno de Déficit de Atención con o sin hiperactividad. Debemos tener claro los síntomas y no avocarnos a excusar al menor en casa o en el colegio por sus disrupciones. Mucho más cuando estamos dando pasos positivos y contribuyendo en pro de su bienestar. Todo extremo es perjudicial.
- Asimismo, no podemos justificarnos nosotros como padres y madres. Identificar el maltrato y el desafecto camuflado por conductas y actitudes socialmente aceptadas es fundamental para avanzar. He aprendido que el problema no está en el niño, sino en nosotros como adultos. Hay mucho por desaprender es necesario y doloroso.
Estoy segura que hay muchos más aprendizajes y desaprendizajes por hacer y compartir con ustedes. Como madre me gozo al ver a David más libre y espontáneo, inquieto y sonriente, mas tolerante y orgulloso de sus esfuerzos y logros, y también me gozo de mis propios avances, de un Amor más sano, seguro y menos dependiente y sobreprotector para mi hijo que debe seguir desintoxicandose, me gozo de los avances en familia y seguimos trabajando en pro de todos ... Ahora cavilo hasta aquí pero de seguro seguiré enriqueciendo esta entrada con sus aportes, comentarios y luces. Un abrazo.