"...siempre de pequeñita era la más debilucha, se caía cada rato, por ello demoró en caminar además le daba pereza y yo la cargaba largos pasos para que pudiera ir al colegio... y si de jugar se trataba, ni sus amigos ni sus hermanos le ayudaban a recoger los juguetes y mi nena chiquitica pobrecita, por eso yo le ayudaba... Las tareas eran muchas, ni tiempo le quedaba y yo rapidito algunas lineas le trazaba, no pudo tender su cama, además ama de casa yo no deseaba que fuera, por eso no la obligaba a hacer nada ... los profesores se la tenían montada, ella quería y hacía pero ellos no la valoraban, por eso no estudió dos años pero bueno no importaba. A los 21 se graduó de bachiller y a la universidad se fue, pero pobrecita me mudé a la capital porque no se podía atender, y ¿como iba a ser doctora si no le ayudaba en su quehacer?. A la verdad, era tan inocente que un muchacho la embarazó, y me toco ayudarla, un nieto lindo me regaló; ahora vivimos los tres, mi hija, mi nieto y yo, ella no es doctora y al nieto cuido yo. . ."
La sobreprotección, una mezcla de culpa y temor. Y son los infantes los que se limitan y se maltratan con esa forma de relación, que algunas madres y padres osan llamar amor. Luego de adultos esos hijos inhabilitados y castrados, ya vinculados en un chantaje inconsciente no saben vivir. A mi alrededor muchas historias, ¿conoces alguna?
Pues yo creo que las conozco todas, porque no veo prácticamente ningún caso en que no haya algo de esto. Lo evidente es que cualquier padre, como cualquier maestro, tiene la misión de convertirse en innecesario cuanto antes, esto es algo que está definido desde los tiempos de Séneca, pienso.
ResponderEliminarEl problema es que si uno tiene una vida propia estéril o inexistente y el que estemos vivos no le sirve de ayuda a ningún otro adulto, ¿cómo negarse a ser imprescindible a un niño desvalido que la vida nos puso en el camino para ¿remediar todo lo demás?
Un abrazo.