Dicha "defensa" fortalecida por la inteligencia y los diferentes mecanismos psíquicos como por ejemplo: la negación y la racionalización, permiten al hombre y a la mujer darse cualquier cantidad de argumentos para negar la dependencia y la necesidad humana de reconocer la Fuente de todo Amor: DIOS.
Desde éste punto de vista, entiendo y me identifico con el amor maduro que expone Jorge Bucay en su poema.
No obstante, la mayoría de las personas no amamos así; seguimos orientando nuestro vivir y nuestras relaciones con narcisismo y omnipotencia, o sometiéndonos a éstos dos amos psíquicos en nuestros vínculos.
Ahora, el no reconocer la necesidad del otro y su afecto, y no disfrutar del amor maduro, genera ansiedades y temores de pérdida, de abandono y sus variables. Poco consientes de ello, compensamos ese vacío que produce el desamor hacia sí y hacía los demás, sumergiéndonos entre otras conductas y actitudes, en el consumismo compulsivo y en una vida neurótica sin avances hacia la gratificación del dar y recibir, o agredimos pues es más fácil ésto que amar.
Sucumbimos en el "afecto"(¿?) virtual, el sexo virtual, el alcohol, las drogodependencias, las ludopatías, el autoerotismo compulsivo y otras conductas donde anulamos al otro de forma inconsciente y patológica.
Ahora bien, avanzar hacia la madurez emocional implicaría el goce del dar y recibir, y el reconocimiento de la Fuente del Amor, aceptar a DIOS y permitir ser rodeado de su amor incondicional da valía, repara, sana y construye pilares inamovibles de salud mental y libertad espiritual.
No es necesario sufrir una enfermedad terminal o enfrentar una situación de dolor y catástrofe para reconocer nuestra condición fínita y rendirnos en la intimidad frente al Omnipotente. No os escribo sobre religiones ni moralidad sino de intimidad con el Creador.
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